Hace un par de días las líneas uno, dos y tres del metro de la Ciudad de México tuvieron una falla en el suministro de energía que provocó su salida de circulación por alrededor de una hora y media, convirtiendo la vida de los capitalinos en un verdadero caos.
Debo decir que yo fui una de las damnificadas de esta catástrofe y aún sigo tratando de recuperarme.
Todo comenzó cuando, como de costumbre, salí de mi trabajo a las 12:30 en punto. Llevaba gran apuración, pues en casa me esperaba mi pobre perro sin croquetas y en ayuno. Caminé y tomé el micro que sigue por toda la avenida Reforma (que nuestro amable gobierno capitalino se ha empeñado en embellecer) y llegué a la estación del metro Hidalgo. La gente que se arremolinaba fuera no sirvió para prevenirme de lo que se avecinaba, y sin mayor recato seguí mi camino. Me dirigí a las escaleras que conducen a los andenes y comencé a bajarlas, a cada paso la verdad se me reveló: el pasillo estaba ocupado por una oscuridad total. Me detuve y pude ver cómo la gente formaba equipos para cruzar heroicamente el obstáculo, yo por mi parte recordé a los habitantes regulares de ahí y pensé que aprovechando la oscuridad podrían haber abandonado su habitual sueño y decidirse por desarrollar alguna actividad un poco más redituable, así que preferí renunciar a esa pequeña dosis de heroismo y buscar otra entrada.
Ingenuamente atravecé la calle, pero las otras entradas se encontraban igual, sin chispa de luz. Aprovechaba la bajada para convencerme de que sería capaz de olvidar la claustrofobia que me causan los lugares oscuros y que prodría arreglármelas para proteger "mis cositas" de abusivos oportunistas, cuando de repente la lógica implacable de una mujer que hablaba con quien presumo era su hija, me detuvo: -"Pues si no hay luz, no hay metro"- le dijo. Pensé unos segundos en sus sabias palabras y entendí mi necedad.
El aire de la superficie me volvió a la realidad y sufrí un severo ataque de pánico, ¡¿cómo me iría?!
Una lista rápida de opciones desfiló por mi cabeza: Dr. Vertiz, mucha vuelta; Eje Central, mucha gente y malos olores; Tlalpan, ¿cómo llego? Repentinamente, una suave música celestial me distrajo, al mismo tiempo que un rayo de luz iluminó un señalamiento que decía: "Insurgentes, derecho". "¡Claro, el metrobus!"
Decidida dí vuelta y tropecé con una joven que decía por su celular: "Oye, estamos en metro Hidalgo y el metro no sirve ¿cómo nos vamos a CU?" Escuché dentro de mí una risita sarcástica y con cierta malicia pensé: "¡já! yo no necesito de ningún hombre ( seguro con quién hablaba era un hombre) para que me diga cómo llegar a ningún lado. Me he perdido la cantidad de veces necesarias como para no preguntar a nadie (de cualquier manera al único que podría haberle preguntado está ya muy lejos)!" Así, hinchada de orgullo apresuré mi paso para llegar a Insurgentes lo más pronto posible mientras recordaba feliz cada una de las ocasiones en que había demostrado a algún pretensioso, mi superioridad en el conocimiento de la ciudad.
Desafortunadamente, no había sido la única en tener esa idea, Insurgentes estaba atiborrado de gente que quería llegar la metrobus y tuve que pegar unos cuantos empujones para abrirme paso.
Una vez que pude llegar al susodicho, pensé que las desventuras llegaban a su fin, ¡qué gran error!, si apenas empezaban.
CONTINUARÁ.....
1 comentario:
Te he encontrado, de manera un poco casual, aunque existe eso llamado blogs search de google o algo así.
Jejeje, ese lunes sin luz en el metro...yo también quede varado, aunque dentro de uno! Lo más extraño fue que el metro quedó detenido con una parte de ella fuera del tunel (en esa parte yo estaba) y a punto de llegar a la estación terminal donde yo desciendo -Observatorio-.
Después de quince minutos, la mujer que conducía el convoy, abríó las puertas que conectan a cada vagón entre sí y pudimos escapara por la puerta de la cabina delantera!
Esos días son chidos, de alguna forma.
cambiando de tema, es chido que tengas el blog, así puedo leerte -suena raro-. Creo que soy el primero en comentar, así que diré que me gusta tu blog, en verdad.
Naturalmente en este momento y en esta entrada no puedo comentar algo más, pero sí puedo dejarte mi dirección e invitarte a que comentes en el blog donde yo luego escribo: www.insolenciagaucha.blogspot.com
Saludos, pásala bien y nos vemos por acá más seguido.
Alejandro.
Publicar un comentario