domingo, 13 de enero de 2008

De porqué el pez más grande se come al pequeño y quién tiene la culpa, el grande por fuerte o el pequeño por dejarse.

Las relaciones humanas están regidas por el deseo irrefrenable de devorar, engullir al otro. De modo tal, que al introducirlo por la boca, masticarle, tragarle, deshacerle con el áido del
estómago y digerirle, pase a formar parte inhaderible de nuestro ser.
Hay que tomar en cuenta que una de las características de la digestión,es la evacuación de residuos inservibles, y en algún momento alguien debe estar dispuesto a dejarse desechar esas pequeñas partecitas que estorban para la correcta finalización del proceso.
Y ¿qué hacer para convencerse de no dejarse desanimar por esas bagatelas, ¡qué más da! ¿No dice la Biblia que si el grano de trigo no muere sólo quedará? El problema es decidir quién engulle a quién y qué se deja ir en el camino.

No, si así como nos creemos de evolucionaditos y aún con todas las cortesías y diplomacias que nos inventamos, nuestras relaciones, al final de cuentas, se reducen a hacer o dejarse hacer mierda, perdón, materia fecal (para no faltar a las reglas de diplomacia)

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