Es raro como las cosas que parecen tan reales pueden derrumbarse con una sola palabra.
El trabajo, siempre ineludible y pesado, está toda la vida junto a uno y su existencia y necesidad son incuestionables. Bueno, al menos así era hasta el jueves pasado. Siempre creí que la esucela y el trabajo iban mucho más allá de los deseos y meceseres diarios, pero esta vez se demostró lo contrario, el gobierno decidió que se suspendían las clases y entonces así como así estoy sin trabajo, bueno en "cuarentena" ó algo.
Dijeron que había una epidemia, y he de decir que los primeros días me dio una pinche paranoía de aquellas, -- hasta sentí cuerpo cortado y todo-- me la pasaba viendo las noticias y leyendo periódicos. Luego la inercia de las "vacaciones" me ganaron y dejé de informarme. No solo desapareció la paranoía, siento que eso de la epidemia fue un mal chiste y ya.
Y bueno, más allá de todas las historias paranoides y de las teorías de complot, lo que se me hace de los más extraño es darme cuenta de lo poco real que es todo. Uno piensa que algo está ahí para siempre, que nos persigue ó nos hace sufrir ó que es el sentido ó destino de nuestra vida, pero no es cierto, basta con que uno volteé hacia otro lado para que eso desaparezca.
Al parecer todo lo que nos rodea no son más que palabras: nombres, maldiciones, promesas; y me resultqa impactante por fin ver cómo estos simples signos y convenciones pueden matar ó absolver al mundo.
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