jueves, 13 de noviembre de 2008

Un día dejamos caer una piedra, nunca nos imaginamos dónde llegaría, ni siquiera pensamos en que desde el primer movimiento la piedra ya no era nuestra, se había ido, ahora tenía vida propia, se guiaba por la inercia.
Tal vez si hubiesemos estado conscientes de eso, habríamos corrido y corrido hasta alcanzarla, pero no, no lo sabíamos.
Ahora la insignificante piedrita se ha hecho enorme, más grande que nosotros, de alguna manera tornó su dirección y viene hacia acá, nos persigue. No importa que tanto tratemos de ignorarla y cuánto queramos pensar que estamos corriendo solo porque nos gusta, en el fondo lo sabemos, corremos de ella, huímos y sabemos que algún día a cualquier hora va a alcanzarnos sin remedio.

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