domingo, 31 de agosto de 2008


Después de muchos intentos fallidos, decidí enviar algunas de mis fotos a la Bienal de foto de este año, era algo que me había propuesto todas las bienales desde hace al menos 6 años y nunca había hecho. Fue una experiencia bastante... no sé, extraña. No estoy acostumbrada a mostrar mi trabajo (el blog fue un gran logro para mí en este campo, pero finalmente sigue siendo algo anónimo - el cristal de la pantalla me protege), además eso de escribir una justificación teórica de lo que hago también fue algo totalmente nuevo (y si a eso le sumamos mi ignorancia en terminajos computacionales, fue todo un caos).
Después de todo un viacrusis y muchas noches de dormir 2 horas, logré llevar mis fotos al CI, cosa que en sí misma también fue toda una experiencia. Eso de estar formado entre gente del campo de la fotografía con su sobrecito amarillo y soportar las miradas de competencia "amistosa" me era insoportable. El nerviosismo de todos se dejaba sentir, pero claro que nadie se dejaba demostrarlo, así que lo que se veía era una fila de rostros con sonrisa tensa y miradas discretas al sobre del contrincante. En mi mente la única idea que pasaba era la de hecharme a correr y salir de ahí lo antes posible. Afortunadamente pude contenerme (tal vez más por orgullo que por fuerza de voluntad) y entregué mis archivos, que para mi tranquilidad pudieron abrirse sin ningún problema (la madrugada del día anterior debo haber tenido una epifanía, porque no tenía ni idea de cómo era que tenía que guardarlos).
En fin, la cosa es que las entregué, y aunque no albergo muchas esperanzas de ser colgada ni nada, me siento contenta. Además, todo esto me hizo reflexionar varias cosas con respecto a la fotografía.
Después de 3 años estudiando letras, me doy cuenta que el mundo académico no es para mí, si bien la lectura me gusta mucho, eso de ser una especialista en ella no es lo mío. No hay nada que me haga sentir como me siento cuando saco fotos, cuando estoy detrás de la cámara es como si el resto del mundo se desvaneciera y solo quedaramos lo que veo, mi cámara y yo; cada disparo, cada medición, ver las fotos, arreglarlas.. todo el proceso me enajena, pueden pasar horas y no las siento, no sé, creo que por fin encontré lo que más me gusta en el mundo y a lo que quisiera dedicarme. No hablo de trabajar sacando fotos, hablo de dedicar "mi" vida a la fotografía, no planeo vivir de ello (al meno por un buen tiempo), solo dedicarme a hacerlo.
Siempre he estado en contra de todo ese arte contemporáneo que antes de la obra presenta la teoría, que para que tenga significado tienes que leer la explicación, pues sostengo firmemente que la obra debe hablar por sí misma, de otro modo está, digamos, discapacitada. Pero, escribir una breve explicación de lo que quería expresar en lo que estaba haciendo, me sirvió mucho, tenía un buen tiempo que me estaba preguntando qué era lo que quería decir en la foto, porque todo lo que había estado sacando era muy heterogéneo. Había estado tratando de encontrar mi propio lenguage fotográfico, mi mensaje; saco fotos porque es una necesidad, y todo lo que he sacado últimamente es porque hay algo que me dicta disparar la cámara y ya, pero sí me daba cuenta de que no se veía nada concreto en lo que tomaba.
Tenía miedo, mi vida es un poco ambigua por el momento, intento vivir una vida "productiva" y "responsable" lo que se contrapone muchas veces con mis emociones, mientras siento ganas de esconderme, me quedo parada con rostro de fuerte. Era un poco lo que pasaba con mis fotos, me cuesta trabajo ser congruente y llevar algo hasta sus últimas consecuencias. Todo esto me sirvió para darme cuenta que lo que necesito es tomar un proyecto y llevarlo hasta el fin, dejarlo que tome vida, que se desarrolle, comprometerme con él sin importar la opinión ajena o si no es congruente con lo que la gente piensa o espera de mí (o más bien con lo que yo creo que la gente piensa y espera de mí).
No sé, creo que es momento de pensar un poco sobre la foto en sí, sobre qué quiero y hacia dónde voy. Lo que me ha guiado siempre en la foto ha sido la intuición, tal vez sea momento de sumarle la razón a ésta, y ver cómo funiciona.

domingo, 17 de agosto de 2008

La vida es nuestra única defensa contra la materia inorgánica, una vez que ésta termina estamos perdidos, en sus manos.
Cuando la luz en los ojos se extingue, entonces nos toma celosa, envidiosa de esa vida que nunca tuvo, se venga. Nos toma en sus garras y nos destruye, hincha, deforma. ¿Qué somos después de la vida? Un montón de materia putrefacta a punto de estallar. Después de este ritual desfigurativo, entonces nos perdona y podemos regresar al polvo del que venimos.

lunes, 4 de agosto de 2008


Ser una hidra es fácil pero matarla no, porque si bien hay que matar a la hidra cortándole sus numerosas cabezas es preciso dejarle por lo menos una, puesto que la hidra es el mismo Lucas y lo que él quisiera es salir de la hidra pero quedarse en Lucas, pasar de lo poli a lo unicéfalo. Ahí te quiero ver, dice Lucas envidiándolo a Heracles que nunca tuvo tales problemas con la hidra y que después de entrarle a mandoble limpio la dejó como una vistosa fuente de la que brotaban siete o nueve juegos de sangre. Una cosa es matar a la hidra y otra ser esa hidra que alguna vez fue solamente Lucas y quisiera volver a serlo.


Julio Cortázar. Un tal Lucas.