martes, 24 de junio de 2008




Para mí, esto de la lectura y la escritura no ha sido más que un intento de auto-reconocimiento. Todos estos intentos de escribir y leer siempre han tenido la única finalidad de descubrir en mí eso que me hiere y a la vez me impulsa día con día. Hoy releí mi post anterior: tartamudea y duda. Cuando lo escribí no tenía muy claro cuál era mi intención al hacerlo, solo sabía que lo necesitaba, no sabía si escudarme en el humor, en la crítica o en el academicismo.
Hoy sé que me fue tan difícil escribirlo porque representó un paso adelante en ese auto-reconocimiento. Si bien hoy no hay tanta desigualdad objetiva entre los géneros, hay una que se ha marcado en lo más profundo de nuestra conciencia. Llevo un par de semanas odiando mujeres, odiando a esas que pierden infinidad de tiempo en cuidar su aspecto, que se prohiben cosas deliciosas por no aumentar de peso, que prefieren hablar de hombres que leer un libro o ver una película, que están más interesadas en dar una imagen que en construirse ellas mismas, que compiten por aceptación, en fin todo eso que nos conserva atadas al mundo en que se nos ha colocado históricamente. Pero, el gran problema aquí, es que lo que he odiado al odiarlas es a mí. He pasado una pésima semana descubriendo más y más partes mías que no son mías, que son producto de todo eso que pasó antes de mí; descubriendo cómo estoy marcada por cosas que ni siquiera había notado, o que si las noté en algún momento pensé que eran únicas manías u obsesiones.
Estoy incomoda con todo esto, no sé cómo acomodar esta nueva realidad en mi vida diaria, no sé cómo dejar de preocuparme por verme bien; no puedo dejar mi crema contra arrugas, ni dejar de sentir culpa cuando como grasa; no puedo dejar de sentir vergüenza si mi casa está sucia cuando alguien entra (de repente la limpieza más que cosa de comodidad se convierte en cuestión de opinión pública); no sé dejar de ver a otras mujeres como competencia y a los hombres como reforzadores de mi auto estima; no sé, no sé, no sé. De repente veo a mis alumnitas y las odio por ver en ellas el tiempo que perdí a su edad en vanidades y me pregunto si debo aconsejarles, pero me enoja esa actitud, ¿quién dice que esto que estoy pensando es aconsejable o mejor? no sé, pienso que si esto ha de llegarles en algún momento, les llegará cómo a mí, inesperadamente, aunque eso tal vez sólo sean pretextos de mi inseguridad o de mi competencia.
No sé, por ahora solo puedo decir que no me siento muy contenta conmigo, pero que ya podré ir incorporando a mi vida todo esto, solo no quiero volverme contra mí, como dice Hemingway, como hacen las serpientes cuando su espina dorsal se rompe, porque no está siendo fácil.

No hay comentarios: